Karina Ramos Zapata
Presidenta de la comisión de infraestructura, transporte y aguas lluvias
Consejo Regional Metropolitano
Desde hace un tiempo las modificaciones en el eje Alameda, que tanto el Gobierno de Santiago como el Gobierno central en su conjunto llevan empujando, han cobrado vital importancia para la Región. La realización de puntos de prensa para comunicar las inversiones y las mejoras que poco a poco revitalizan este eje tan importante para nuestra ciudad son cotidianas y en cada uno de ellos se escucha que la intención final es devolverle la ciudad a las personas.
Pero ¿Qué significa esto realmente y por qué el eje Alameda se convirtió en una especie de objeto que reúne todas las esperanzas de quienes trabajamos a diario por una mejor región?
Levantar un proyecto como este no es fácil, implica la toma de decisiones que modificarían un trozo de la ciudad que es histórico, en el que la región completa tiene un momento de su vida personal que se escenificó en ese entorno. El eje por completo ha visto la reunión de personas que se quieren, la celebración de triunfos nacionales y las lágrimas que se derraman al despedir a quienes se van lejos, por lo que rediseñar no sólo se trata de una decisión arquitectónica, sino que toca la fibra de quienes por allí viven o transitan.
Este componente emocional hace de este proyecto uno de los de mayor envergadura en este tiempo, por eso inversiones como la limpieza de fachada y de monumentos, la celebración de pequeños hitos de encuentro o la reforestación del bandejón central de la Alameda, provocan algo más que satisfacción entre quienes ven lo que allí estamos haciendo. En eso vemos cumplido, de una u otra forma, eso de devolverle la ciudad a las personas.
Sin embargo, hay un segundo elemento que me gustaría destacar, la modificación del eje Alameda ha significado también la toma de decisiones en cuanto a la movilidad de las personas. Uno de los puntos más conflictivos de este proyecto es el de disminuir el tráfico de auto particular en el punto central de la Alameda, de manera de fortalecer la presencia de los parques y entregarle a la ciudadanía un corazón de la región que se pueda caminar y disfrutar, un paseo peatonal que no tenga que preocuparse de la cantidad de vehículos que corren en todas las direcciones y que cortan en pedazos el acceso a uno de los pulmones verdes de nuestra región.
Esta decisión no solo fue valiente, sino que habilitó la posibilidad de que el eje Alameda se transforme en un proyecto que innova en la forma de construir ciudad, una que comience a planificar menos poniendo al centro la vida productiva y considere más la vida de los cuidados, esa que pasa fuera del trabajo, que se desarrolla entre familia y amigos y que, hasta ahora, no había tenido espacio en la planificación de las grandes infraestructuras metropolitanas.
Y aquí radica nuestra esperanza, en que las herramientas que hoy por hoy nos encontramos utilizando en la mejora de esta vía central de nuestra ciudad, tengan en cuenta la vida de todas las personas, especialmente de las mujeres, las niñas y las personas mayores. Que tanto los semáforos, como las bancas que recorren el eje piensen en la movilidad de quienes ya no pueden atravesar la calle corriendo para que no te encuentre el rojo a la mitad del cruce, o quienes no pueden caminar el eje completo sin contar con un asiento en donde descansar porque los niños se cansaron del paseo.
Una ciudad que se devuelve a las personas es una que se da cuenta de que todos y todas somos distintos, haciéndose cargo de esas diferencias y preparando la infraestructura pública para permitir que todas las personas vivan la ciudad con la mayor autonomía posible. En eso trabajamos a diario las consejeras y consejeros del Gobierno Regional, para que hoy sea el eje pero que muy pronto pueda ser Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda, Renca y todas las otras comunas que claman por tener una región que les sea devuelta desde la reja de su casa para fuera.